Como cuento de hadas



Se movió de izquierda a derecha en una sucesión de pasos que no acababan por llevarlo a ningún lado. El único ruido que se escuchaba en aquel solitario pasillo era el de sus botas contra la helada baldosa del suelo. Se clavó en seco frente a la enorme puerta de madera sin saber que hacer. Estaba nervioso, de eso no había duda, pero no iba a lograr nada de quedarse ahí parado.

Empujó la puerta con cuidado y se abrió paso a aquella sala que contrastaba totalmente con el frío y desolado pasillo. No se trataba de los muchos muebles y decorados, ni siquiera del hogar que coronaba el centro de la habitación; sino que allí, sentada en un sillón, estaba la princesa.

Su preocupación se acentuó, y pese a haberse jurado no demostrarlo, le dijo:

-¿Qué va a pasar?

- No puedo saberlo, todavía falta un día para que se cumpla el plazo.

Tuvieron una cena tranquila y mientras hablaban de otras cosas, acabaron por olvidarse del asunto. Las horas fueron pasando desdibujando sus figuras hasta convertirlo todo en un sueño. Cuando de repente, la princesa despertó.

Su existencia fue apoderándose muy lentamente de su cuerpo y pronto descubrió junto a ella, a su caballero que le sonreía con amor.

No pudo más que devolverle la sonrisa. Los últimos tres meses y medio habían sido los mejores de toda su vida y todo gracias a ese caballero. Ahora el plazo se había cumplido y él no se había marchado, ni se había convertido en un horrible monstruo, como había ocurrido con sus anteriores pretendientes obligándola a olvidarlos. Es que en realidad ella nunca fue una princesa, sino más bien un espíritu, una ser incompleto. Y sin embargo, desde que él apareció y la rescató de la alta torre de la soledad, comenzó a sentirse como una verdadera princesa.

La princesa no podría saber sabe si esta historia es una de esas que terminan con un “y vivieron felices por siempre”. Por siempre es demasiado tiempo como para tener una certeza. Lo que si sabe es que en este instante lo ama con todo su ser y va a hacer todo lo posible para que sea una de “esas” historias.

3 comentarios:

Blue dijo...

¡AHHHHHHHHHH PAMELA, ME HICISTE LLORAR!
No podés ser así, no podés. Así tan, tan... ¡tan similar a mí! (tan paralela a mí).
Una vez más, me sentí demasiado identificada. Vos me entenderas, ¡claro que me entendes!
Este escrito es hermoso.
Cómo me gusta saberte feliz =]

(Hache) dijo...

Me postro ante vuestra Hermosura...

Pablo JJ dijo...

Sonrisas... Un lenguaje abandonado por acción de las egoístas palabras.

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