Sin respuestas

¿Qué hago?
¿Me voy, me quedo?
¿Realmente odio tanto este lugar?
¿Irme representa una solución?
¿Acaso sólo estoy buscando una forma de escapar y lo de irme a estudiar es una simple excusa?
¿Cómo puedo saberlo?
¿Y si al final no me gusta?
¿Qué hago con toda la plata gastada por un capricho?
¿Con qué cara les digo a mis viejos?
¿Pero si de verdad me gusta, tanto como para no querer volver más?
¿Qué va a pasar con mi novio, con mis amigos?
¿Cada cuanto los voy a ver?
¿Puedo llevar una relación a distancia, con todo lo que eso implica?
¿Voy a ser tan dejada con las personas como soy siempre?
¿Voy a poder vivir sola, lejos de mi familia?
¿Y si me quedo, qué hago?
¿Es una mala decisión?
¿Por qué falta tan poco tiempo?
¿Por qué de repente estoy tan confundida?
¿Por qué lo único sobre lo cual tenía una seguridad, ahora lo veo tan borroso?
¿Por qué de repente estoy llorando?
¿Por qué nadie parece importarle?

Son sólo algunas de las preguntas que se hace cuando se sienta a tomar el café con su conciencia.

Comptine d'un autre été : L'après-midi


Hacia mucho que una canción no me daba escalofríos como ésta..

Paralelos

Para Guishe
Ella se sienta en el suelo con la preocupación de que esté demasiado húmedo y se ensucie el pantalón con barro. Sin embargo se sienta. Primero en un lado, después, sintiéndose incómoda, en otro. Más cerca de un árbol, para sentirse protegida. Clava la mirada en el suelo y hace el esfuerzo de notar alguna particularidad. Se siente rodeada de vida, pero no ve nada moverse. Sólo ve tierra, piedras, tierra; todo tan muerto, excepto por el pasto, por supuesto. Pero nada se mueve. Se aburre y arranca la hierba con la mano. Un montoncito acá, otro allá, otro más acá. Pronto el aire se impregna con olor a pasto húmedo. Tan fresco ¡Qué maravilla! Le llega hasta los pulmones, la llena, le hace bien. Arranca un poco más.

¿Qué hora es? Las siete. Mira en todas direcciones, pero ninguno de los presentes es a quien busca. Nota que está adormecida. Se para, se sacude y se sienta en un banco. Toma el libro que lleva en la mochila, uno sobre un hombre al que se le pierde el gato. Lee una, dos páginas y vuelve a consultar la hora. Aún no han pasado ni diez minutos. ¿Pero qué está esperando? Absolutamente nada. O tal vez, sí. Qué pase algo. Pero eso que ella quiere que suceda es totalmente ilógico. Ilógico por que no puede manipular eso que conocemos como espacio. Eso la frustra, la ha sacado de quicio en más de una ocasión.

¡Qué mierda! No puede concentrarse en la lectura. Guarda el libro, toma su cuaderno y escribe. Escribe sobre los…mira el reloj, últimos doce minutos. Sobre lo que hace, sobre lo que piensa, sobre lo que siente, sobre no poder leer el libro y sobre lo ilógico de querer manipular el espacio.

Sin embargo, todavía le queda una satisfacción (esto también lo escribe), algo así como un presentimiento. Ella sabe que en un mundo paralelo donde el espacio tampoco se puede manipular, se encuentra alguien así como su otro yo (aunque realmente no sabe como es, nunca lo ha visto). Y ella sabe que, siendo él su reflejo en el espejo, también esta sentado escribiendo sobre los últimos doce minutos y las cosas que serían ilógicas si sucedieran.